martes, 4 de febrero de 2014

Leopoldo II rey soberano



En el año 2008, ante la sorpresa de muchos, un aparente desalmado pintó de rojo la estatua del rey Leopoldo II de Bélgica en una acción que parecía un acto de vandalismo. Pero lo cierto es que ni el perpetror era un desalmado, ni podría considerarse un acto de vandalismo. Se trataba por el contrario del artista Théophile de Giraud que trataba de denunciar que la estatua de uno de los mayores genocidas de la historia aún se erigía eniesta en su propio país. A finales del siglo XIX, Leopoldo II fue el primer gobernante en lanzar la carrera colonial en África. Contrató los servicios del célebre explorador Henry Morton Stanley que se lanzó al corazón de África para llegar a "acuerdos comerciales" con las tribus de lo que hoy es la República Democrática del Congo. No iba solo, le acompañaba un ejército bien armado que se encargaba de "convencer" a los que planteaban reticencias. El resto de países europeos miraban con recelo al monarca belga, pero finalmente también ellos se apresuraron a la conquista de África temiendo llegar demasiado tarde y quedarse sin su plato en este macabro convite. Pero la conquista de África no fue un plato fácil, los pueblos que iban a ser "salvados de la barbarie" se resistieron y la idea de llevar la prospéridad y el progreso se tiñó de sangre. Además, alguien debió pensar que aquello de ir cada uno por su lado conquistando un continente tan amplio era un poco anárquico, de manera que se convocó la Conferencia de Berlín para poner orden en aquel desaguisado. Fue en aquella reunión donde se dibujaron las fronteras de África que en su mayoría se mantienen a día de hoy. Fue allí donde las potencias europeas se repartieron el pastel de un continente aún desconocido que hizo saltar la codicia de los ya poderosos países occidentales. Como no asistió ni un solo representante africano para asesorar a los Europeos en su delicada tarea de delimitar fronteras, fue inevitable que enemigos irreconciliables fuesen condenados a entenderse bajo las mismas fronteras y que naciones centenarias se vieran abocadas a una secesión forzosa. Y así Europa continuó con una conquista más "ordenada".

Leopoldo II quedó más que satisfecho con el resultado de la conferencia, se quedaba con un buen pedazo de África, mucho más extenso que el país sobre el que reinaba. Lo llamaría Estado Libre del Congo. Las posibilidades para la exportación eran inmejorables. Leopoldo II se proclamó rey soberano y convirtió el Congo en su propiedad privada adueñándose de los beneficios que se obtenían. Por aquel entonces el Congo era un país tremendamente rico en recursos minerales y sobre todo en un material que era esencial en el desarrollo industrial de occidente, el caucho. Leopoldo envió a dos empresas explotadoras en las cuales tenía participación. Estas empresas llevaron a cabo un saqueo sistemático e instauraron un sistema de explotación basado en la exclavitud de la población local. Su manera de proceder consitía en establecer un sistema de cupos, es decir, obligaban a la población local a obtener una determinada cantidad de caucho, y si no se alcanzaba se establecían cruentas represalias como la amputación de extremidades o los latigazos con un látigo especial llamdo chicotte. También era frecuente secuestrar a miembros de la familia que se mantenían en esa situación si no se alcanzaban los cupos de caucho.

El rey Leopoldo II ha pasado sigilosamente por la historia aunque sus crímenes hayan sido tan crueles y numerosos como los de Hitler o Stalin, es más, Leopoldo II destacó entre todos esos desalmados por una crueldad gélida y programada. Se estima que 10 millones de congoleños murieron durante la época en que se declaró rey soberano del Congo. Pero existen también algunas diferencias, los crímenes del rey belga no fueron una locura absurda por alcanzar el estatus imperial que su país "merecía". A Leopoldo le movían intereses más prosaicos, su único anhelo era enriquecerse a cualquier precio aunque eso implicase el saqueo y la exterminación de un pueblo.

 Los crímenes de Leopoldo II quedaron impunes y olvidados, mientras tanto el pueblo congoleño quedó sumido en la opresión y la violencia que explica muchas de las miserias a las que hoy se enfrentan. Si alguien se pregunta cuál es la influencia que tiene el periodo colonial en la historia de África, y cuál es la responsabilidad de Europa en el presente, le aconsejo que lea sobre la historia de la República Democrática del Congo. Es un ejemplo especialmente cruento, pero no es el único. Por eso la cooperación al desarrollo es una obligación moral, una deuda que Europa tiene con los países en vías de desarrollo, además por supuesto, de una cuestión de justicia.

Lecturas adicionales:

http://en.wikipedia.org/wiki/King_Leopold%27s_Soliloquy

http://www.gloupgloup.be/gloup.php?page=actu&id=255

http://dearkitty1.wordpress.com/2011/12/12/bloody-statue-of-colonialist-belgian-king-leopold-ii/

http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php/2012/11/27/la-fatiga-de-ser-un-ciudadano-indefenso-

2 comentarios:

  1. La claridad de los planteamientos difumina la realidad. Las nitidez de las figuras de Hitler, Stalin, Leopoldo II... hace olvidar que tras ellos, necesariamente, hay muchas personas a las que representan. Personas que ya venían en esa dirección y que continúan en la misma dirección aunque ellos desaparezcan: blancos, negros y los siempre olvidados intermedios, que ya vivían en la desembocadura del Congo cuando la remontaban los barcos negreros hasta ese puerto de nombre portugués de Puerta da Lenha. Los genocidas son todos y cada uno de los seres humanos, especialmente si han consumido alcohol y portan un arma.

    "... Lo primero que creó Dios es el amor
    viene luego la sangre
    y la sed de sangre
    a la que la simiente del cuerpo
    aguijonea como sal..."

    escribió Yorgos Seferis.

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  2. Y cuidado con esas personalizaciones despersonalizadoras. Por muy poético que suene, nadie "debe nada al Congo", pues el Congo no es una persona.

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