viernes, 24 de agosto de 2012

Matices


Nuestro entendimiento y nuestro lenguaje están inundados de una concepción dual de la realidad. Sin embargo, la realidad no está polarizada, aunque se empeñen en convencernos de ello. No es blanca o negra, tampoco puede encerrarse en una concepción lineal, no adopta una tonalidad gris que se ubica entre los extremos. Por eso, cuando nos piden nuestra opinión sobre algún tema no tiene sentido aferrarse a uno u otro bando. Aún menos empeñarse en anular a aquel que escogió un bando diferente al nuestro. Es bello pensar que la realidad está llena de colores, de visiones, de matices, que consieran las múltiples dimensiones de lo que percibimos. Aunque a veces las cosas son blancas y también negras, son azules y verdes y a la vez dejan de serlo, la geometría multidimentsional también falla. ¿Pensamos realmente que nuestra mente es capaz de aprehender la realidad? Huimos del absurdo que atormenta a la razón, como en esos dibujos imposibles de imaginar ¿pero y si todo fuera realmente absurdo? Nuestra mente ha aprendido a juzgar automáticamente si las cosas son buenas o malas, bonitas o feas, útiles o inútiles, el lenguaje mismo, tal y como está diseñado,  facilita esta tarea. Nos empeñamos en clasificarlo todo, en ponerle una etiqueta, simplificamos las cosas para hacer más fácil el ejercicio. Se trata de una herramienta útil para que los humanos nos entendamos, pero no hemos de confundir la realidad con su etiqueta, no debemos pensar que los límites en los conceptos que usamos para entender la realidad existen verdaderamente. Esto me lleva a una concepción empirista que duda siempre de los dictados de la razón. De nuevo la polaridad puede hacer pensar a un lector más racionalista que estoy negándole un valor a  la razón que él considera innegable. No dudo del valor de la razón para ayudarnos a enfrentar el mundo en que vivimos, simplemente niego su carácter absoluto. Finalmente, las cosas son como son y no necesariamente como creemos que son.

Leyendo sobre temas religiosos llegó a mis manos un curioso artículo sobre las raíces históricas del cristianismo, el autor defiende que las diferentes corrientes religiosas que han estudiado la figura de Jesús han encontrado en él precisamente los aspectos que su visión teológica tenía por aquel entonces. Es una especie de principio de incertidumbre, el observador incide en lo que observa. En este caso son las ideas del observador las que no pueden separarse de la realidad observada. Y las ideas están moldeadas, entre otras cosas, por la experiencia vivida, de ahí mi empeño en colocar la experiencia empírica en el centro. Todo juicio es subjetivo, la razón es un pilar inestable en el que no podemos apoyar todo nuetro peso. Llegados a este punto, cualquier persona racional, y yo lo soy, llegaría a la conclusión de que mi propia teoría también está afectada por mis vivencias personales, no le falta razón, es por ello que deben desconfiar de este texto tanto como yo lo hago. Y de nuevo nos viene la contradicción, un empirista que pretende ser coherente con una teoría racionalmente fundamentada (si me permiten el exceso). Como advertía al principio, la realidad y sus matices.

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