jueves, 25 de abril de 2013

Atracón de placer






Llevaba tiempo sin escribir y me apetecía hacerlo. No encontraba el tema, quería escribir sobre algo diferente, eché un vistazo en las noticias y todo me evocaba reflexiones pesimistas que no me apetecía compartir en este foro.  Ya tenemos bastante. Y fue ayer cuando esta historia me encontró a mí. Me la contaron cuando visitaba a un amigo en uno de esos stands que han montado en la Plaza de la Merced con ocasión del Festival de Cine. Es un suceso curioso, una travesura, quizás un acto vandálico, pero no pude evitar sentir una decidida complicidad y el recuerdo de una época más pícara y atrevida que parece lejana en el tiempo. Los hechos son los siguientes (con alguna licencia del autor): Como sabéis, esta semana se celebra en Málaga el Festival de Cine Español, la ciudad se llena de colorido, alfombras rojas, fotos de cine, famosos en las terrazas, y decenas de fans en las puertas de los hoteles a la espera de un guiño o una foto. Seguramente ajenos a tal algarabía, en la madrugada del martes, una pareja paseaba por las calles del centro, podríamos presumir que se trataba de una joven pareja, que se deseaban desde hacía tiempo pero no se atrevían a ir más allá, puede que tras alguna que otra copa de más en los bares de marcha se animaron a bailar, y en la corta distancia una cosa llevó a la otra,  y ya no hubo forma de poner freno a su pasión. En un momento de acaloramiento pensarían que aquel bar no era el mejor lugar para dar rienda suelta a sus deseos. Ella estudiante, él un manitas pero en paro, no se podían permitir una noche de hotel. Caminaban por calle Álamos buscando una solución, a ella le daba vergüenza la idea de ir a la playa, cualquiera podría verles, y era muy tarde para pedirle el coche al primo de él que ya estaría durmiendo. Se sentaron en un banco de la Plaza de la Merced, y entonces ella dijo, tengo hambre,  y él, que en esa situación que todos hemos vivido alguna vez habría hecho cualquier cosa por cumplir sus deseos, tuvo una de esas ideas que solo nos atrapan en momentos de necesidad y que la locura de la juventud, la embriaguez y una libido incontrolada puso en acción sin titubear. La cogió de la mano, y se acercaron al puesto de Dunkin Donuts que el destino y la organización del festival de cine habían querido poner justo en frente de aquel banco para cumplir sus más fervientes instintos. La carpa que lo cerraba apenas se resistió, ella parecía asustada al principio pero cuando él dudó lo empujó decidida contra las estanterías de donuts que cayeron sobre sus cuerpos endulzando sus besos y caricias.

A la mañana siguiente la dependienta del Dunkin Donuts se encontró un panorama inesperado al abrir el puesto. La entrada estaba forzada, las cajas de donuts que había dejado colocadas la tarde anterior estaban abiertas y vacías, en el suelo decenas de donuts se esparcían desordenadamente y entre ellos se ocultaban varios preservativos. A pesar del engorro de limpiar, contó la historia entre risas a sus compañeros. En seguida se difundió la hazaña y en poco tiempo era la comidilla de todos los puestos de la plaza. El atrevimiento de los jóvenes encontró más comprensión y complicidad que condena, y es que hay debilidades que todos estamos dispuestos a comprender.