viernes, 5 de octubre de 2012

Descubriendo Etiopía




Etiopía es un país que sorprende a muchos, las imágenes de sequía y hambruna que se quedaron grabadas en nuestra retina en los años 90 contrastan con la riqueza natural y cultural de un país vivo y diverso que merece la pena descubrir. Un manto verde recubre montañas y praderas tras la época de lluvias. En el mes de septiembre, flores amarillas y púrpuras adornan esa alfombra verde que rodea las carreteras que se esconden sinuosas entre montañas. Además de su belleza, Etiopía me iba a mostrar más de una lección como ocurre en los viajes que de verdad merecen la pena.
Llegué a Addis Abeba con el cuerpo de viajero experimentado. No quise coger un taxi sino que salí del aeropuerto para tomar el transporte local. El centro, caótico como la mayoría de grandes ciudades Africanas, me impresionó menos que otras capitales. Se me acercaban personas con frecuencia para hablar conmigo pero me deshacía de ellas con relativa facilidad. Un chico consiguió salvar mi barrera, quizás por su aparente carácter humilde combinado con una insistencia a la vez sutil y pertinaz. Se encontró con otro amigo, y me estuvieron recomendando cosas que ver en Bahir Dar, me escribieron palabras útiles en ahmárico en mi libreta, y aunque no me fiaba del todo poco a poco se fueron ganando mi confianza. Me pidieron que los acompañara a un sitio cercano donde se reunían sus amigos para tomar algo. Andamos un poco, y entramos en una especie de local privado donde la gente se reunía para beber y fumar. Allí estaban sus amigos y nos sentamos todos juntos. Ellos masticaban hojas de un planta especial que llaman qat, me ofrecieron y aunque me negué al principio, me dijeron que era señal de respeto aceptar, acepté pero cogía las hojas y las metía en la mochila cuando nadie miraba, empecé a no sentirme cómodo y decidí irme. Cuando me disponía a marcharme, los dos chicos que me acompañaban me dijeron que esperase que iban a pedir la cuenta. Me trajeron una cuenta de 20 euros, esperaban que la pagase, me negué en rotundo, me levanté corriendo y salí disparado del local. Ellos salieron corriendo detrás de mí insistiendo en que tenía que pagar pero en cuanto salimos a una calle bastante transitada se esfumaron. Me fui a la parada de minibús y esperé el que iba al aeropuerto deseando quitarme de en medio. Allí un chico me preguntó si podía ayudarme, yo estaba con la mosca detrás de la oreja y muy poco receptivo a dejarme ayudar después de lo que me acaba de ocurrir. Pero el chico se puso a hablar con los conductores y en pocos minutos me tenía sentado en el asiento de co-piloto del minibús que iba al aeropuerto. Se lo agradecí en el alma. Esa misma tarde salía mi avión hacia Bahir Dar, lo cierto es que me alegré de dejar Addis.
Bahir Dar es una ciudad de grandes avenidas y repleta de árboles en las orillas del lago Tana, lugar donde nace el Nilo Azul. La ciudad inspira tranquilidad y en seguida me sentí relajado olvidándome de la ajetreada Addis. Al día siguiente de mi llegada, alquilé un barco para recorrer el lago Tana, visitar varios monasterios y sobre todo ver las fuentes del Nilo Azul. Desgraciadamente, no es posible ver la caída del Nilo desde el lago, han construido una central hidroeléctrica y no se puede acceder para ver las vistas. Pero aún en la distancia, el lugar tiene una magia especial, sobre todo por la historia que tiene asociada y que yo estaba leyendo mientras viajaba en el libro de Javier Reverte, Dios, el diablo y la aventura, una biografía sobre el español Pedro Páez, el primer europeo en ver las fuentes del Nilo Azul. Lo hizo en 1618, cuando las fuentes del Nilo eran aún un mito lejano. Pedro Páez era un misionero jesuita y andaba por allí por otros menesteres, él simplemente se dirigía a visitar a su amigo el emperador etíope Susinios que había cambiado la ubicación de su corte y el camino desde la misión de Páez exigía cruzar el lago Tana. En su viaje a través del lago Tana, el jesuita llegó al lugar donde se sitúa una caída pronunciada de agua y en ese momento supo que había encontrado el nacimiento del Nilo Azul. Muchos exploradores intentaron encontrar las fuentes del Nilo durante siglos, incluso después de la muerte de Páez. De hecho 152 años más tarde, en 1770, el explorador escocés James Bruce alcanzó el lago Tana y navegó hasta la zona oriental donde se precipita el Nilo Azul. Bruce se autoproclamó falazmente “descubridor” de las fuentes del Nilo Azul (como si los indígenas que habitaban aquellas tierras no contaran) y negó que Pedro Páez hubiese estado allí alguna vez. La inmensa mayoría de historiadores han desmentido las palabras de Bruce ya que Pedro Páez dejó una extensa obra escrita con todos los detalles de su viaje y una descripción minuciosa de la historia y la cultura etíope incluyendo la fauna y  flora de los lugares que visitó. El rigor y el grado de detalle con el que Páez describe el lugar del nacimiento del Nilo Azul no dejan lugar a dudas. Curiosamente el jesuita no se proclamó descubridor de nada, sino que se limitó a relatar lo que le acontecía con objetividad.
Pedro Páez estaba por entonces en otra cosa, su misión era que Etiopía se convirtiera a la religión católica y estaba a punto de conseguirlo. Era un hombre de una gran personalidad, paciente e inteligente, y el emperador Susinios confiaba profundamente en él, tanto que decidió convertirse a la religión católica y hacer lo propio con el pueblo que reinaba. Páez murió pocos años más tarde con la satisfacción de haber cumplido su misión. Sin embargo, la iglesia ortodoxa etíope no estaba por la labor de verse desplazada y promovió una rebelión contra el emperador. Una cruenta guerra civil sucedió a la proclamación de Susinios de que Etiopía abrazara la religión católica, y cientos de miles de etíopes perdieron la vida por la defensa de sus creencias. La principal diferencia entre ambos credos es que la iglesia ortodoxa etíope no acepta la naturaleza humana de Cristo sino que le confiere una naturaleza exclusivamente divina. Resulta sorprendente que una mayoría de ciudanos pobres e incultos perdieran la vida por una cuestión tan teórica y abstracta. Pedro Páez era un hombre querido y respetado por cuantos lo rodeaban, incluyendo por supuesto los etíopes. Siempre respetó las costumbres y cultura local y nunca quiso imponer las suyas por la fuerza, él quería convencer. Sin embargo no es posible quitarle responsabilidad en lo que sucedió después. Hacer juicios morales 400 años después es algo aventurado, sin duda Páez era un hombre de su tiempo, pero su historia debe hacernos reflexionar sobre en qué consiste el verdadero respeto a una cultura.
Pedro Páez fue un hombre de lo más polifacético. Además de su labor misionera y de escribir un libro sobre Etiopía que ha sido referencia para futuros historiadores, Páez también tenía conocimientos de arquitectura y organizó la construcción de una catedral a pocos kilómetros de la ciudad de Gorgora con la que pretendía causar honda impresión en los etíopes y ahondar en su conversión al catolicismo. De la catedral se conservan tan solo algunos restos y está básicamente en ruinas. Cuando leía este capítulo sobre la construcción de la catedral en el libro de Javier Reverte, yo ya estaba en Gondar, bastante lejos de Gorgora. Me quedé con la espina clavada de ir a visitar ese pedazo de historia que estaba leyendo. Pero el viaje me empujaba a ir hacia delante, aún me quedaban muchas cosas por ver. Además, en Gondar podría ver las famosas fortalezas medievales del emperador Fasílidas, hijo de Susinios, y sus sucesores. Estas fortalezas se construyeron siguiendo el estilo y la técnica de la catedral de Páez, así que en cierta manera pude sentir un poco de aquella historia.
Después de Gondar, me dirigí a la hermosa ciudad de Lalibela, un lugar único en el mundo. La historia cuenta que el rey Lalibela mandó llamar a los mejores artesanos del mundo para construir un centro sagrado en la capital de su imperio al que acudieran peregrinos de todas las regiones. Quedé impresionado al ver las imponentes iglesias excavadas en piedra. Al regresar me encontré casualmente con una celebración local. Decenas de niños bailaban y cantaban canciones tradicionales. La alegría era contagiosa, yo tocaba las palmas, y trataba de mover los hombros imitando el baile que ellos hacían. Un grupo de niños se percató, y me señalaban riéndose sin parar, yo respondí a sus sonrisas y bailaba aún con más insistencia. Me sentí un privilegiado.
El tercer y último día en Lalibela fui a visitar el templo de  Nakuta La’ab, iba con mi guía Mufara que me ha acompañado en muchos momentos de mi estancia en esta ciudad.  Cruzamos una pequeña aldea, y muchos niños se nos acercaban, unos lo hacían por curiosidad y se quedaban pasmados delante de mí agitando sus manos a modo de saludo  y diciendo las pocas palabras que sabían en inglés, otros parecían más acostumbrados al paso de farangis (extranjeros) y repetían money, money…. Cuando esperábamos el autobús, una niña pequeña de unos tres o cuatro años se acercaba lentamente, caminaba prudentemente hacia mí, parándose a cada paso para comprobar que no había peligro, hasta que finalmente se sentó a mi lado. La niña estaba sucia, la rodeada un séquito de moscas y llevaba un jersey rosa lleno de agujeros y ennegrecido por las manchas. Aún así era preciosa, quizás la niña más guapa que he visto en este viaje. Me sonreía pero si yo la miraba fijamente se sonrojaba y escondía su rostro tras sus pequeñas manos. Alargué mi mano para que la cogiera, y la agarró con curiosidad, la observó durante un rato y luego la soltó repentinamente y se limpió para mi sorpresa la mano con su jersey. Al final, todo es cuestión de perspectiva, pensé.



viernes, 24 de agosto de 2012

Matices


Nuestro entendimiento y nuestro lenguaje están inundados de una concepción dual de la realidad. Sin embargo, la realidad no está polarizada, aunque se empeñen en convencernos de ello. No es blanca o negra, tampoco puede encerrarse en una concepción lineal, no adopta una tonalidad gris que se ubica entre los extremos. Por eso, cuando nos piden nuestra opinión sobre algún tema no tiene sentido aferrarse a uno u otro bando. Aún menos empeñarse en anular a aquel que escogió un bando diferente al nuestro. Es bello pensar que la realidad está llena de colores, de visiones, de matices, que consieran las múltiples dimensiones de lo que percibimos. Aunque a veces las cosas son blancas y también negras, son azules y verdes y a la vez dejan de serlo, la geometría multidimentsional también falla. ¿Pensamos realmente que nuestra mente es capaz de aprehender la realidad? Huimos del absurdo que atormenta a la razón, como en esos dibujos imposibles de imaginar ¿pero y si todo fuera realmente absurdo? Nuestra mente ha aprendido a juzgar automáticamente si las cosas son buenas o malas, bonitas o feas, útiles o inútiles, el lenguaje mismo, tal y como está diseñado,  facilita esta tarea. Nos empeñamos en clasificarlo todo, en ponerle una etiqueta, simplificamos las cosas para hacer más fácil el ejercicio. Se trata de una herramienta útil para que los humanos nos entendamos, pero no hemos de confundir la realidad con su etiqueta, no debemos pensar que los límites en los conceptos que usamos para entender la realidad existen verdaderamente. Esto me lleva a una concepción empirista que duda siempre de los dictados de la razón. De nuevo la polaridad puede hacer pensar a un lector más racionalista que estoy negándole un valor a  la razón que él considera innegable. No dudo del valor de la razón para ayudarnos a enfrentar el mundo en que vivimos, simplemente niego su carácter absoluto. Finalmente, las cosas son como son y no necesariamente como creemos que son.

Leyendo sobre temas religiosos llegó a mis manos un curioso artículo sobre las raíces históricas del cristianismo, el autor defiende que las diferentes corrientes religiosas que han estudiado la figura de Jesús han encontrado en él precisamente los aspectos que su visión teológica tenía por aquel entonces. Es una especie de principio de incertidumbre, el observador incide en lo que observa. En este caso son las ideas del observador las que no pueden separarse de la realidad observada. Y las ideas están moldeadas, entre otras cosas, por la experiencia vivida, de ahí mi empeño en colocar la experiencia empírica en el centro. Todo juicio es subjetivo, la razón es un pilar inestable en el que no podemos apoyar todo nuetro peso. Llegados a este punto, cualquier persona racional, y yo lo soy, llegaría a la conclusión de que mi propia teoría también está afectada por mis vivencias personales, no le falta razón, es por ello que deben desconfiar de este texto tanto como yo lo hago. Y de nuevo nos viene la contradicción, un empirista que pretende ser coherente con una teoría racionalmente fundamentada (si me permiten el exceso). Como advertía al principio, la realidad y sus matices.

viernes, 10 de agosto de 2012

Miradas de Argel


Siempre he pensado que entender una ciudad o un país es entender sus múltiples visiones. He hablado con muchas personas durante este viaje, los testimonios son diversos, las opiniones dispares, las vivencias en ocasiones opuestas, como en cualquier lugar del mundo, aunque agudizadas por la brecha social que vive Argelia. En mi corta estancia me llevo una visión que sé que es incompleta, insuficiente para llegar a un entendimiento más amplio, sin embargo hay algo que siempre ha estado presente. En todas mis conversaciones he encontrado una extraña comprensión, la intuición de que nuestras visiones en cierta forma tan dispares tienen un fondo común, una raíz social o histórica que nos hace mirar el mundo con una óptica similar a pesar de que nosotros mismos etiquetemos a nuestras sociedades con nombres diferentes (Islam, occidente, Europa, África, ...). Si Argelia sorprende por algo es por su proximidad con España, proximidad en todos los sentidos, incluso en el geográfico, apenas 200 kilómetros separan Orán de Murcia. Una proximidad desconocida, un pasado común del que no somos conscientes y un presente en cierta forma cercano. La foto escogida no es casual, vista rápidamente parecería una foto de Málaga tomada desde Gibralfaro.

Nada más aterrizar en Argel me sorprendió el aire europeo que se respiraba. Mujeres hermosas caminaban por la calles mostrando sus cabellos alegremente, edificios de arquitectura francesa, coches en buen estado atestaban las calles, todo ello en un ambiente decadente de edificios sucios y deteriorados, basura por las calles y mendigos que se arrastraban por el suelo para pedir limosna. Sin duda una ciudad llena de contrastes y contradicciones como no tardaría en comprobar. En pocos minutos observé varias disputas de tráfico bastante acaloradas, me preguntaba si tanta tensión tendría que ver con el ayuno propio de Ramadán o con las décadas de violencia interrumpida que ha vivido este país.

Mahmoudi me recibió en la universidad al día siguiente, me saludó con dos besos al estilo francés, y me invitó a sentarme en un cómodo sofá para conversar pausadamente. Me hizo las preguntas pertinentes sobre el viaje, el hotel y si todo estaba en orden. Cambió rápidamente de tema, sentí cierta impaciencia por preguntarme por mi visión del país. Cuando días antes habíamos conversado por teléfono, Mahmoudi insistía en que las advertencias de seguridad del gobierno español eran una farsa, son los medios occidentales y sus prejuicios, me decía, y estaba esperando este momento para escuchar mi confirmación de que Argelia es un lugar seguro. Le respondí que las advertencias de viaje del ministerio de asuntos exteriores español eran sin duda exageradas, lo cual es cierto, aunque me callé que Argel dista mucho de ser una ciudad segura y que un extranjero debe tener mucho cuidado de no salirse de las zonas más transitadas. Seguimos hablando tranquilamente, me sentía cómodo. Al despedirnos me preguntó con orgullo si conocía al hombre cuyo retrato colgaba visiblemente en una de las paredes, era el presidente Abdelaziz Buteflika, del FLN (Front de Liberation National), partido que lleva gobernando Argelia desde su independencia de Francia en 1962.

Durante mis días en la universidad me sentí realmente agasajado, todos venían a saludarme y charlar conmigo con enorme amabilidad, contentos de que un extranjero estuviese visitando su país. Abrieron la cocina en pleno Ramadán para que yo pudiese almorzar, Fátima cocinó cada día de mi estancia sólo para mí. No olvidaré su espléndido cuscus, estaba para chuparse los dedos. En otra ocasión, una de las estudiantes de doctorado se me acercó una mañana y me preguntó si podía prepararme una tarta, acepté encantado, y al día siguiente disfrutaba de una deliciosa tarta de chocolate.

Zahia me ha acompañado cada día de esta visita junto con Zacarías, el conductor. La sonrisa y la sencillez de ambos han sido un bálsamo en estos días de calor y soledad. Cada mañana, Zacarías ha venido al hotel para recogerme, siempre puntual y con su peculiar sonrisa; bonjour, ça va? ça va bien. Disfrutaba mucho del trayecto que hacíamos cada día, él ponía especial empeño en explicarme las cosas, creo que se sentía importante con mis preguntas, y yo ante su buena disposición me aventuraba a preguntarle cualquier cosa. En Argelia, siempre sale el tema de la política, y claro también salió con Zacarías. Sus explicaciones eran algo desordenadas, pero cargadas de lucidez. _ No me gusta la política_ me decía un día_. Aquí los franceses entraron por la fuerza y luego no quisieron irse, por eso tuvimos la guerra. Pero eso ya es pasado, hay que perdonar. Al final todos somos la misma cosa (nous sommes kif kif), todos somos humanos. Después me sacó un casete con cara de querer darme una sorpresa, lo introdujo en su antigua radio y acto seguido sonaba Julio Iglesias cantando en francés mientras Zacarías sonreía con el orgullo de saberme sorprendido.

Zahia me alegraba los días de trabajo, siempre se estaba riendo, y si la desidia y el calor me invadían alguna mañana todo se diluía después de charlar un rato con ella. Me contaba que ella ha elegido libremente llevar velo, en su casa no era una obligación y de hecho su hermana no lo lleva. Me explica con sencillez que a ella le parece la manera más adecuada de vestir. _ Antes no lo llevaba pero un día cambié de opinión_ me decía entre sonrisas. Hablaba con fervor de valores como la familia y la solidaridad. Yo le hacía un carácter cándido pero pronto me di cuenta de que no era así, en seguida se enfrentaba a cualquier funcionario que nos pusiera trabas en visitar las plantas de tratamiento, era pertinaz y no se paraba hasta que hubiese conseguido su objetivo. Curiosamente también me hablaba de Boutefflika, lo describía como un hombre inteligente, el responsable de reconciliar a los islamistas con el FLN en la guerra civil de los 90, los llamados "años negros". Zahia me contaba que aún está soltera, no ha querido casarse y vive con su hermana su cuñado y sus sobrinos. _ Aún espero que llegue mi hombre ideal. _ Y por qué no vas a buscarlo, le preguntaba yo. _ No, aquí no funciona así, es el hombre el que se acerca a la mujer cuando le gusta. _ La verdad es que en España tampoco es muy diferente _le contesté_ aunque las cosas están cambiando. _ Sí, aquí también cambia todo muy rápido, en todas partes las cosas cambian.

Una noche esperaba el autobús para regresar al hotel, y tres hombres estaban también sentados en la parada. Uno de ellos se dirigió hacia mí, me preguntó que de donde venía y empezamos a conversar en francés, la comunicación no era fácil fácil, mi francés no es del todo fluido y ellos mezclaban palabras en árabe continuamente, aún así nos hicimos entender. Me preguntaron sobre España, les conté un poco sobre la crisis, pero me miraban con escepticismo. Aquí hay una mafia que se lleva todo el dinero de los argelinos, me decía Said, los franceses nunca se fueron de este país y se aliaron con el ejército para llevarse todas las riquezas. Mientras hablábamos vi pasar el autobús en mis narices, por algún motivo no se paró. Como estaba cómodo no le di la mayor importancia, el amigo de Said me preguntó si quería algo de beber, agua respondí, y cuando iba a sacar unas monedas del bolsillo me hizo un gesto con su mano que entendí enseguida, shukram, le respondí agradecido. Regresó con varias botellas de agua y refrescos bien fríos, era de agradecer con el calor de la noche argelina, y continuamos nuestra amena conversación, esta vez hablando de religión. Querían convencerme sobre las bondades del Islam, me compremetí diplomáticamente a leer más sobre el tema y reconsiderar mi ateísmo si vislumbraba las inconmensurables verdades que ellos encontraban en el Corán, creo que quedaron satisfechos con mi respuesta. Como era tarde, empecé a buscar un taxi para regresar, Said se ofreció a llamar con su teléfono móvil y le explicó al conductor dónde estábamos. _ ¿Y vosotros, qué hacéis si no viene el autobús? _ les pregunté. _Nosotros no estamos esperando ningún autobús _ me respondió Said_ simplemente estábamos sentados aquí, si regresas mañana aquí nos verás. Nos despedimos afectuosamente, y me quedé con la impresión de que si regresaba un año más tarde también los vería a los 3 en la misma parada de autobús, charlando hasta altas horas de la noche sobre política y religión.

Karima ha depositado una repentina confianza en mí, con los ojos abiertos me relataba su frustación por no poder elegir su destino, sus padres la han obligado a estudiar medicina y varias veces han querido casarla con hombres que apenas conocía. Es Ramadán, y aunque a otras chicas las dejan salir de noche, a Karima no se lo permiten. Me cuenta que su madre la desprecia continuamente en su afán de no permitir que sea diferente. Su historia me recuerda a algunas historias de mi abuela sobre el franquismo, la artificiosa "decencia" que se le exigía a las mujeres, el control de la iglesia en la moral y por supuesto la diferente vara de medir entre y mujeres y hombres. El miedo y la vergüenza inundaban las palabras de Karima al igual que lo hacían en las de mi abuela, no son sino instrumentos de opresión que quedan grabados en las personas que han sufrido episodios violentos y que se transmiten inconscientemente de generación en generación. A mi abuela cuando su madre la veía reír con entusiasmo le decía "ríe, ríe que mañana llorarás". No estamos tan alejados, pensé. Karima me cuenta su sueño de ir a Francia a vivir y dejar atrás la opresión de su familia . Durante Ramadán tenía que salir de casa porque no aguantaba la presión. Antes de salir, bebía agua a escondidas, su madre la mataría si se enterase, me decía angustiada. Continuamos hablando mientras paseábamos por Didouche Mourad, _ la mujer no tiene derecho de vivir sola _se lamentaba_ , nadie te alquila un piso si eres mujer, es por eso que no me voy de casa. Karima va a un psicólogo y ha empezado a tomar pastillas para aliviar su ansiedad. Le propuse que nos sentáramos a tomar algo, aceptó con reservas, pero al pasar por varias terrazas donde no había una sola mujer se arrepintió, me dijo que estaba mal visto y que mejor siguiéramos caminando, "este es un país para hombres". Lo que más lamentaba es que una mujer no podía hacer nada sin un hombre al lado, cuando salía a caminar sola por las calles del centro, recibía insultos de manera habitual increpándola por su "libertinaje". Una tarde volvíamos de visitar las ruinas de Tipaza, hacía un calor terrible y apenas había podido beber durante el día, compré una botella de agua y pensando que no me veía nadie me dispuse a beber discretamente, pero un chico doblaba la esquina de la calle y me pilló de pleno, me dijo algo en árabe que no entendí, me disculpé con sinceridad, entiendo que para ellos es un esfuerzo y no debe ser agradable ver beber a alguien, él siguió increpándome y Karima le respondió,vi que el chico le dijo algo airadamente mientras se marchaba, Karima me tradujo sus palabras, "deberías enseñarle a ese extranjerjo más religión y menos sexo".

viernes, 1 de junio de 2012

Salvemos Valdevaqueros


La hermosa playa de Valdevaqueros en Tarifa está en peligro de dejar de ser lo que ha sido siempre, una perla escondida, una playa vírgen que se había salvado de la vorágine urbanísitica. Acaban de aprobar un plan urbanísico para construir 1.423 plazas hoteleras y 350 viviendas que puede destruir la imagen que muchos hemos disfrutado durante años,  y nosotros podemos hacer algo:

Porque no aprendimos la lección y va siendo hora, porque ya tropezamos dos veces con la misma piedra y queremos dejar de tropezar, porque la belleza de una playa vírgen no tiene precio, porque nuestros hijos merecen vivir en un mundo mejor y no en los restos que nuestra ambición de alimañas va dejando, porque somos una mayoría los que pensamos que esto es una barbaridad independientemente de nuestra ideología o  partido político, porque estamos HARTOS de que los políticos hagan lo que les plazca con total impunidad, porque el sentido común no puede ser derrotado por la ambición de unos pocos... y sobre todo porque PODEMOS, porque a pesar de los esfuerzos de convencernos de que los ciudadanos tenemos que tragarnos todas las decisiones por absurdas que parezcan no es verdad, tenemos poder, somos muchos, tenemos medios, tenemos ideas, principios, valores compartidos, y creemos en ellos.

¿Y qué podemos hacer?:

1- Firma esta petición on line: http://www.change.org/es/peticiones/salvemos-valdevaqueros

2- Ponla en tu muro de Facebook, en tu Twitter, en tu blog, envíala a tus contactos. Si tienes twitter, envíales la petición a personas famosas a las que sigas: futbolistas, periodistas, políticos, cantantes, etc. Normalmente se hacen eco de campañas como esta, usemos también su poder de difusión para que el mensaje llegue a más gente.

3-  Sé activo en las redes sociales, y estimula a otros a que lo sean. Si esto crece seremos parte de ello, y será increíble descubrir el poder que tenemos en realidad.

4- Mantente informado y difunde la información sobre este tema. La impunidad muchas veces está sostenida por el anonimato o la falta de difusión de algunas noticias en los medios de información. Seamos medios de información y denuncia.

5- Participa en las manifestaciones que se convoquen.

6-  Si se te ocurre algo más, escribe un comentario a este post. Le daré la mayor difusión posible.

Usemos nuestro poder, seamos conscientes de él. #SalvemosValdevaqueros

jueves, 24 de mayo de 2012

Aprender a nadar



Al otro lado del río yo podía intuir que había algo hermoso, o al menos diferente. Una fuerza interna me empujaba a tomar el riesgo de cruzar. Se lo conté a mi amigo Jose Luis, juntos compartíamos esa pasión por adentrarnos en lo desconocido que alimentábamos en nuestras conversaciones. Después de hablar con él sentí que debía hacer algo. Como no sabía nadar decidí apuntarme a unas clases prácticas, aprendí a controlar mi línea de flotación, a adecuar mi respiración a los distintos movimientos, perfeccioné mi estilo y mejoré mi forma física para no ceder ante las fuertes corrientes. Cuando ya me sentía preparado empezaba la temporada invernal, hacía demasiado frío para adentrarse en las gélidas aguas del río. Pasé el invierno perfeccionando mi técnica en la piscina climatizada, haciendo ejercicios cada día para estar en la mejor de las formas cuando llegara la primavera. El primer día de primavera estaba preparado en la orilla del río para emprender mi salto a lo desconocido. En ese momento vi que un pequeño velero se dirigía hacia mí, a medida que se acercaba vislumbré una figura que me era familiar. ¡Jose Luis! qué haces ahí_ le dije_ si tú no sabías nadar. Cierto _ me contestó_ pero aquel día que hablamos sentí algo extraño en el vientre, cuando nos despedimos me dirigí hacia la orilla y me lancé al río sin más, la necesidad me obligó a aprender a nadar.

lunes, 21 de mayo de 2012

Regreso a Ghana


Recuerdo mi excitación cuando aterricé en el aeropuerto de Accra hace dos años. Era la primera vez que viajaba al África Subsahariana, un momento que había soñado durante años, que me había imaginado vivir después de leer libros, ver documentales y películas. Miraba a todas partes a mi llegada, saltaba, tocaba el suelo con mis manos para hacer patente un momento tan importante. Mis ojos estaban bien abiertos, no querían perderse un solo detalle. África no me decepcionó, los ganeses me acogieron con su genuina hospitalidad de la que se sienten tan orgullosos. Sonrisas, guiños, desconocidos que te estrechan la mano, personas que te invitan a comer a sus casas mientras caminas por la calle, niños, infinidad de niños que caminan sin la vigilancia de sus padres entre calles polvorientas con sus mochilas a las espaldas, la vida debe ser más difícil aquí pensaba, pero estos niños tienen un terreno de juegos que para ellos es el mundo entero, los veía correr por todas partes sin límites aún para sus sueños.

En mi regreso a Ghana dos años después, yo parecía un avezado viajero. En el avión, la mujer que se sentaba a mi lado tenía unas ganas terribles de hablar, el volumen de historia africana que yo leía con avidez no pareció intimidarla así que interrumpía frecuentemente mi lectura sin ningún reparo. Era belga, y yo justo leyendo sobre los 10 millones de muertos que dejó tras de sí el rey Leopoldo II en el Congo, una tragedia tan dramática como silenciada. Me comentaba que venía a entrevistar al presidente del gobierno, era periodista pero trabajaba como asesora de empresas inversoras en África, y no es de extrañar, Ghana es el segundo país del mundo que más creció en 2012 en PIB y hay muchos intereses allí. Me sorprendí a mí mismo comentándole mis impresiones sobre el país, comparándolo con otros países que había visitado y dando la impresión de que me sentía muy cómodo hablando del tema, la mujer en seguida se interesó por el proyecto por el que estaba viajando a Accra. Intercambiamos tarjetas en un acto casi automático que zanjó la conversación. Cuando bajaba del avión, pensaba en cuánto había cambiado yo en esos dos años. Nada más salir un aire húmedo y sofocante me hicieron recordar dónde estaba, a dónde había ido.

En el camino hasta el hotel miraba atentamente por la ventanilla del taxi, pendiente de cada detalle. Una chica me miraba con curiosidad desde el asiento del autobús, retiró la mirada en cuanto se cruzó con la mía. Continué observándola y cuando nuestras miradas se volvieron a encontrar nos sonreímos. Este juego de miradas y sonrisas continuó hasta que su autobús se perdió entre la densidad del tráfico. Sí, estaba en África otra vez, donde una sonrisa es aún algo valioso.

miércoles, 18 de abril de 2012

Ciudadano Rondó


Cosimo un buen día decidió que su padre no iba a obligarlo nunca más a comer caracoles y se subió a un árbol con la intención de no bajar nunca más. Lo que de verdad estaba haciendo era no permitir que su padre negase la persona que él era, aunque solo tuviese 7 años y el asunto de los caracoles pudiera parecer trivial. Decidió por el contrario “ser él mismo con todas sus fuerzas”, y no encontró una manera mejor que vivir en las alturas saltando de árbol en árbol durante toda su vida.

Erich Fromm hablaba en su libro “el miedo a la libertad” de que el problema de la sociedad actual residía en la incapacidad del individuo para expresar plenamente su ser interior, para dar rienda suelta a todas sus potencialidades. Yo recordaba estas palabras mientras leía El barón rampante y las aventuras de Cosimo Rondó. Me planteaba cómo en la sociedad de las libertades hay tantas cosas que están prohibidas o suponen un profundo tabú. Pongamos por ejemplo la mayoría de trabajos que hacemos para otros sin ninguna motivación. Dedicar gran parte de nuestras energías en desempeñar una labor cuyo resultado no tiene interés alguno para nosotros se ha convertido en algo habitual. Sin embargo, ¿no estaremos renunciando a algo esencial? Si la respuesta es afirmativa el resultado no puede ser fútil. Y si es algo que hacemos la mayoría el efecto en la sociedad puede ser perverso, eso explicaría muchas cosas. Una sociedad insatisfecha también es una sociedad enferma.

Reivindico por tanto al ciudadano Cosimo Rondó, que en el ejercicio de su libertad plena decidió vivir de acuerdo a los dictados de su alma, que no es otra cosa que la de mirar de forma sincera a su interior y transformar los deseos en acción. Lo digo desde esta tribuna casi anónima, y en el fondo solo es un mero deseo, un horizonte que yo también vislumbro desde la distancia, no hay protesta ni reproche, solo la intuición de las cosas podrían ser más fáciles, más agradables.