viernes, 10 de agosto de 2012

Miradas de Argel


Siempre he pensado que entender una ciudad o un país es entender sus múltiples visiones. He hablado con muchas personas durante este viaje, los testimonios son diversos, las opiniones dispares, las vivencias en ocasiones opuestas, como en cualquier lugar del mundo, aunque agudizadas por la brecha social que vive Argelia. En mi corta estancia me llevo una visión que sé que es incompleta, insuficiente para llegar a un entendimiento más amplio, sin embargo hay algo que siempre ha estado presente. En todas mis conversaciones he encontrado una extraña comprensión, la intuición de que nuestras visiones en cierta forma tan dispares tienen un fondo común, una raíz social o histórica que nos hace mirar el mundo con una óptica similar a pesar de que nosotros mismos etiquetemos a nuestras sociedades con nombres diferentes (Islam, occidente, Europa, África, ...). Si Argelia sorprende por algo es por su proximidad con España, proximidad en todos los sentidos, incluso en el geográfico, apenas 200 kilómetros separan Orán de Murcia. Una proximidad desconocida, un pasado común del que no somos conscientes y un presente en cierta forma cercano. La foto escogida no es casual, vista rápidamente parecería una foto de Málaga tomada desde Gibralfaro.

Nada más aterrizar en Argel me sorprendió el aire europeo que se respiraba. Mujeres hermosas caminaban por la calles mostrando sus cabellos alegremente, edificios de arquitectura francesa, coches en buen estado atestaban las calles, todo ello en un ambiente decadente de edificios sucios y deteriorados, basura por las calles y mendigos que se arrastraban por el suelo para pedir limosna. Sin duda una ciudad llena de contrastes y contradicciones como no tardaría en comprobar. En pocos minutos observé varias disputas de tráfico bastante acaloradas, me preguntaba si tanta tensión tendría que ver con el ayuno propio de Ramadán o con las décadas de violencia interrumpida que ha vivido este país.

Mahmoudi me recibió en la universidad al día siguiente, me saludó con dos besos al estilo francés, y me invitó a sentarme en un cómodo sofá para conversar pausadamente. Me hizo las preguntas pertinentes sobre el viaje, el hotel y si todo estaba en orden. Cambió rápidamente de tema, sentí cierta impaciencia por preguntarme por mi visión del país. Cuando días antes habíamos conversado por teléfono, Mahmoudi insistía en que las advertencias de seguridad del gobierno español eran una farsa, son los medios occidentales y sus prejuicios, me decía, y estaba esperando este momento para escuchar mi confirmación de que Argelia es un lugar seguro. Le respondí que las advertencias de viaje del ministerio de asuntos exteriores español eran sin duda exageradas, lo cual es cierto, aunque me callé que Argel dista mucho de ser una ciudad segura y que un extranjero debe tener mucho cuidado de no salirse de las zonas más transitadas. Seguimos hablando tranquilamente, me sentía cómodo. Al despedirnos me preguntó con orgullo si conocía al hombre cuyo retrato colgaba visiblemente en una de las paredes, era el presidente Abdelaziz Buteflika, del FLN (Front de Liberation National), partido que lleva gobernando Argelia desde su independencia de Francia en 1962.

Durante mis días en la universidad me sentí realmente agasajado, todos venían a saludarme y charlar conmigo con enorme amabilidad, contentos de que un extranjero estuviese visitando su país. Abrieron la cocina en pleno Ramadán para que yo pudiese almorzar, Fátima cocinó cada día de mi estancia sólo para mí. No olvidaré su espléndido cuscus, estaba para chuparse los dedos. En otra ocasión, una de las estudiantes de doctorado se me acercó una mañana y me preguntó si podía prepararme una tarta, acepté encantado, y al día siguiente disfrutaba de una deliciosa tarta de chocolate.

Zahia me ha acompañado cada día de esta visita junto con Zacarías, el conductor. La sonrisa y la sencillez de ambos han sido un bálsamo en estos días de calor y soledad. Cada mañana, Zacarías ha venido al hotel para recogerme, siempre puntual y con su peculiar sonrisa; bonjour, ça va? ça va bien. Disfrutaba mucho del trayecto que hacíamos cada día, él ponía especial empeño en explicarme las cosas, creo que se sentía importante con mis preguntas, y yo ante su buena disposición me aventuraba a preguntarle cualquier cosa. En Argelia, siempre sale el tema de la política, y claro también salió con Zacarías. Sus explicaciones eran algo desordenadas, pero cargadas de lucidez. _ No me gusta la política_ me decía un día_. Aquí los franceses entraron por la fuerza y luego no quisieron irse, por eso tuvimos la guerra. Pero eso ya es pasado, hay que perdonar. Al final todos somos la misma cosa (nous sommes kif kif), todos somos humanos. Después me sacó un casete con cara de querer darme una sorpresa, lo introdujo en su antigua radio y acto seguido sonaba Julio Iglesias cantando en francés mientras Zacarías sonreía con el orgullo de saberme sorprendido.

Zahia me alegraba los días de trabajo, siempre se estaba riendo, y si la desidia y el calor me invadían alguna mañana todo se diluía después de charlar un rato con ella. Me contaba que ella ha elegido libremente llevar velo, en su casa no era una obligación y de hecho su hermana no lo lleva. Me explica con sencillez que a ella le parece la manera más adecuada de vestir. _ Antes no lo llevaba pero un día cambié de opinión_ me decía entre sonrisas. Hablaba con fervor de valores como la familia y la solidaridad. Yo le hacía un carácter cándido pero pronto me di cuenta de que no era así, en seguida se enfrentaba a cualquier funcionario que nos pusiera trabas en visitar las plantas de tratamiento, era pertinaz y no se paraba hasta que hubiese conseguido su objetivo. Curiosamente también me hablaba de Boutefflika, lo describía como un hombre inteligente, el responsable de reconciliar a los islamistas con el FLN en la guerra civil de los 90, los llamados "años negros". Zahia me contaba que aún está soltera, no ha querido casarse y vive con su hermana su cuñado y sus sobrinos. _ Aún espero que llegue mi hombre ideal. _ Y por qué no vas a buscarlo, le preguntaba yo. _ No, aquí no funciona así, es el hombre el que se acerca a la mujer cuando le gusta. _ La verdad es que en España tampoco es muy diferente _le contesté_ aunque las cosas están cambiando. _ Sí, aquí también cambia todo muy rápido, en todas partes las cosas cambian.

Una noche esperaba el autobús para regresar al hotel, y tres hombres estaban también sentados en la parada. Uno de ellos se dirigió hacia mí, me preguntó que de donde venía y empezamos a conversar en francés, la comunicación no era fácil fácil, mi francés no es del todo fluido y ellos mezclaban palabras en árabe continuamente, aún así nos hicimos entender. Me preguntaron sobre España, les conté un poco sobre la crisis, pero me miraban con escepticismo. Aquí hay una mafia que se lleva todo el dinero de los argelinos, me decía Said, los franceses nunca se fueron de este país y se aliaron con el ejército para llevarse todas las riquezas. Mientras hablábamos vi pasar el autobús en mis narices, por algún motivo no se paró. Como estaba cómodo no le di la mayor importancia, el amigo de Said me preguntó si quería algo de beber, agua respondí, y cuando iba a sacar unas monedas del bolsillo me hizo un gesto con su mano que entendí enseguida, shukram, le respondí agradecido. Regresó con varias botellas de agua y refrescos bien fríos, era de agradecer con el calor de la noche argelina, y continuamos nuestra amena conversación, esta vez hablando de religión. Querían convencerme sobre las bondades del Islam, me compremetí diplomáticamente a leer más sobre el tema y reconsiderar mi ateísmo si vislumbraba las inconmensurables verdades que ellos encontraban en el Corán, creo que quedaron satisfechos con mi respuesta. Como era tarde, empecé a buscar un taxi para regresar, Said se ofreció a llamar con su teléfono móvil y le explicó al conductor dónde estábamos. _ ¿Y vosotros, qué hacéis si no viene el autobús? _ les pregunté. _Nosotros no estamos esperando ningún autobús _ me respondió Said_ simplemente estábamos sentados aquí, si regresas mañana aquí nos verás. Nos despedimos afectuosamente, y me quedé con la impresión de que si regresaba un año más tarde también los vería a los 3 en la misma parada de autobús, charlando hasta altas horas de la noche sobre política y religión.

Karima ha depositado una repentina confianza en mí, con los ojos abiertos me relataba su frustación por no poder elegir su destino, sus padres la han obligado a estudiar medicina y varias veces han querido casarla con hombres que apenas conocía. Es Ramadán, y aunque a otras chicas las dejan salir de noche, a Karima no se lo permiten. Me cuenta que su madre la desprecia continuamente en su afán de no permitir que sea diferente. Su historia me recuerda a algunas historias de mi abuela sobre el franquismo, la artificiosa "decencia" que se le exigía a las mujeres, el control de la iglesia en la moral y por supuesto la diferente vara de medir entre y mujeres y hombres. El miedo y la vergüenza inundaban las palabras de Karima al igual que lo hacían en las de mi abuela, no son sino instrumentos de opresión que quedan grabados en las personas que han sufrido episodios violentos y que se transmiten inconscientemente de generación en generación. A mi abuela cuando su madre la veía reír con entusiasmo le decía "ríe, ríe que mañana llorarás". No estamos tan alejados, pensé. Karima me cuenta su sueño de ir a Francia a vivir y dejar atrás la opresión de su familia . Durante Ramadán tenía que salir de casa porque no aguantaba la presión. Antes de salir, bebía agua a escondidas, su madre la mataría si se enterase, me decía angustiada. Continuamos hablando mientras paseábamos por Didouche Mourad, _ la mujer no tiene derecho de vivir sola _se lamentaba_ , nadie te alquila un piso si eres mujer, es por eso que no me voy de casa. Karima va a un psicólogo y ha empezado a tomar pastillas para aliviar su ansiedad. Le propuse que nos sentáramos a tomar algo, aceptó con reservas, pero al pasar por varias terrazas donde no había una sola mujer se arrepintió, me dijo que estaba mal visto y que mejor siguiéramos caminando, "este es un país para hombres". Lo que más lamentaba es que una mujer no podía hacer nada sin un hombre al lado, cuando salía a caminar sola por las calles del centro, recibía insultos de manera habitual increpándola por su "libertinaje". Una tarde volvíamos de visitar las ruinas de Tipaza, hacía un calor terrible y apenas había podido beber durante el día, compré una botella de agua y pensando que no me veía nadie me dispuse a beber discretamente, pero un chico doblaba la esquina de la calle y me pilló de pleno, me dijo algo en árabe que no entendí, me disculpé con sinceridad, entiendo que para ellos es un esfuerzo y no debe ser agradable ver beber a alguien, él siguió increpándome y Karima le respondió,vi que el chico le dijo algo airadamente mientras se marchaba, Karima me tradujo sus palabras, "deberías enseñarle a ese extranjerjo más religión y menos sexo".

viernes, 1 de junio de 2012

Salvemos Valdevaqueros


La hermosa playa de Valdevaqueros en Tarifa está en peligro de dejar de ser lo que ha sido siempre, una perla escondida, una playa vírgen que se había salvado de la vorágine urbanísitica. Acaban de aprobar un plan urbanísico para construir 1.423 plazas hoteleras y 350 viviendas que puede destruir la imagen que muchos hemos disfrutado durante años,  y nosotros podemos hacer algo:

Porque no aprendimos la lección y va siendo hora, porque ya tropezamos dos veces con la misma piedra y queremos dejar de tropezar, porque la belleza de una playa vírgen no tiene precio, porque nuestros hijos merecen vivir en un mundo mejor y no en los restos que nuestra ambición de alimañas va dejando, porque somos una mayoría los que pensamos que esto es una barbaridad independientemente de nuestra ideología o  partido político, porque estamos HARTOS de que los políticos hagan lo que les plazca con total impunidad, porque el sentido común no puede ser derrotado por la ambición de unos pocos... y sobre todo porque PODEMOS, porque a pesar de los esfuerzos de convencernos de que los ciudadanos tenemos que tragarnos todas las decisiones por absurdas que parezcan no es verdad, tenemos poder, somos muchos, tenemos medios, tenemos ideas, principios, valores compartidos, y creemos en ellos.

¿Y qué podemos hacer?:

1- Firma esta petición on line: http://www.change.org/es/peticiones/salvemos-valdevaqueros

2- Ponla en tu muro de Facebook, en tu Twitter, en tu blog, envíala a tus contactos. Si tienes twitter, envíales la petición a personas famosas a las que sigas: futbolistas, periodistas, políticos, cantantes, etc. Normalmente se hacen eco de campañas como esta, usemos también su poder de difusión para que el mensaje llegue a más gente.

3-  Sé activo en las redes sociales, y estimula a otros a que lo sean. Si esto crece seremos parte de ello, y será increíble descubrir el poder que tenemos en realidad.

4- Mantente informado y difunde la información sobre este tema. La impunidad muchas veces está sostenida por el anonimato o la falta de difusión de algunas noticias en los medios de información. Seamos medios de información y denuncia.

5- Participa en las manifestaciones que se convoquen.

6-  Si se te ocurre algo más, escribe un comentario a este post. Le daré la mayor difusión posible.

Usemos nuestro poder, seamos conscientes de él. #SalvemosValdevaqueros

jueves, 24 de mayo de 2012

Aprender a nadar



Al otro lado del río yo podía intuir que había algo hermoso, o al menos diferente. Una fuerza interna me empujaba a tomar el riesgo de cruzar. Se lo conté a mi amigo Jose Luis, juntos compartíamos esa pasión por adentrarnos en lo desconocido que alimentábamos en nuestras conversaciones. Después de hablar con él sentí que debía hacer algo. Como no sabía nadar decidí apuntarme a unas clases prácticas, aprendí a controlar mi línea de flotación, a adecuar mi respiración a los distintos movimientos, perfeccioné mi estilo y mejoré mi forma física para no ceder ante las fuertes corrientes. Cuando ya me sentía preparado empezaba la temporada invernal, hacía demasiado frío para adentrarse en las gélidas aguas del río. Pasé el invierno perfeccionando mi técnica en la piscina climatizada, haciendo ejercicios cada día para estar en la mejor de las formas cuando llegara la primavera. El primer día de primavera estaba preparado en la orilla del río para emprender mi salto a lo desconocido. En ese momento vi que un pequeño velero se dirigía hacia mí, a medida que se acercaba vislumbré una figura que me era familiar. ¡Jose Luis! qué haces ahí_ le dije_ si tú no sabías nadar. Cierto _ me contestó_ pero aquel día que hablamos sentí algo extraño en el vientre, cuando nos despedimos me dirigí hacia la orilla y me lancé al río sin más, la necesidad me obligó a aprender a nadar.

lunes, 21 de mayo de 2012

Regreso a Ghana


Recuerdo mi excitación cuando aterricé en el aeropuerto de Accra hace dos años. Era la primera vez que viajaba al África Subsahariana, un momento que había soñado durante años, que me había imaginado vivir después de leer libros, ver documentales y películas. Miraba a todas partes a mi llegada, saltaba, tocaba el suelo con mis manos para hacer patente un momento tan importante. Mis ojos estaban bien abiertos, no querían perderse un solo detalle. África no me decepcionó, los ganeses me acogieron con su genuina hospitalidad de la que se sienten tan orgullosos. Sonrisas, guiños, desconocidos que te estrechan la mano, personas que te invitan a comer a sus casas mientras caminas por la calle, niños, infinidad de niños que caminan sin la vigilancia de sus padres entre calles polvorientas con sus mochilas a las espaldas, la vida debe ser más difícil aquí pensaba, pero estos niños tienen un terreno de juegos que para ellos es el mundo entero, los veía correr por todas partes sin límites aún para sus sueños.

En mi regreso a Ghana dos años después, yo parecía un avezado viajero. En el avión, la mujer que se sentaba a mi lado tenía unas ganas terribles de hablar, el volumen de historia africana que yo leía con avidez no pareció intimidarla así que interrumpía frecuentemente mi lectura sin ningún reparo. Era belga, y yo justo leyendo sobre los 10 millones de muertos que dejó tras de sí el rey Leopoldo II en el Congo, una tragedia tan dramática como silenciada. Me comentaba que venía a entrevistar al presidente del gobierno, era periodista pero trabajaba como asesora de empresas inversoras en África, y no es de extrañar, Ghana es el segundo país del mundo que más creció en 2012 en PIB y hay muchos intereses allí. Me sorprendí a mí mismo comentándole mis impresiones sobre el país, comparándolo con otros países que había visitado y dando la impresión de que me sentía muy cómodo hablando del tema, la mujer en seguida se interesó por el proyecto por el que estaba viajando a Accra. Intercambiamos tarjetas en un acto casi automático que zanjó la conversación. Cuando bajaba del avión, pensaba en cuánto había cambiado yo en esos dos años. Nada más salir un aire húmedo y sofocante me hicieron recordar dónde estaba, a dónde había ido.

En el camino hasta el hotel miraba atentamente por la ventanilla del taxi, pendiente de cada detalle. Una chica me miraba con curiosidad desde el asiento del autobús, retiró la mirada en cuanto se cruzó con la mía. Continué observándola y cuando nuestras miradas se volvieron a encontrar nos sonreímos. Este juego de miradas y sonrisas continuó hasta que su autobús se perdió entre la densidad del tráfico. Sí, estaba en África otra vez, donde una sonrisa es aún algo valioso.

miércoles, 18 de abril de 2012

Ciudadano Rondó


Cosimo un buen día decidió que su padre no iba a obligarlo nunca más a comer caracoles y se subió a un árbol con la intención de no bajar nunca más. Lo que de verdad estaba haciendo era no permitir que su padre negase la persona que él era, aunque solo tuviese 7 años y el asunto de los caracoles pudiera parecer trivial. Decidió por el contrario “ser él mismo con todas sus fuerzas”, y no encontró una manera mejor que vivir en las alturas saltando de árbol en árbol durante toda su vida.

Erich Fromm hablaba en su libro “el miedo a la libertad” de que el problema de la sociedad actual residía en la incapacidad del individuo para expresar plenamente su ser interior, para dar rienda suelta a todas sus potencialidades. Yo recordaba estas palabras mientras leía El barón rampante y las aventuras de Cosimo Rondó. Me planteaba cómo en la sociedad de las libertades hay tantas cosas que están prohibidas o suponen un profundo tabú. Pongamos por ejemplo la mayoría de trabajos que hacemos para otros sin ninguna motivación. Dedicar gran parte de nuestras energías en desempeñar una labor cuyo resultado no tiene interés alguno para nosotros se ha convertido en algo habitual. Sin embargo, ¿no estaremos renunciando a algo esencial? Si la respuesta es afirmativa el resultado no puede ser fútil. Y si es algo que hacemos la mayoría el efecto en la sociedad puede ser perverso, eso explicaría muchas cosas. Una sociedad insatisfecha también es una sociedad enferma.

Reivindico por tanto al ciudadano Cosimo Rondó, que en el ejercicio de su libertad plena decidió vivir de acuerdo a los dictados de su alma, que no es otra cosa que la de mirar de forma sincera a su interior y transformar los deseos en acción. Lo digo desde esta tribuna casi anónima, y en el fondo solo es un mero deseo, un horizonte que yo también vislumbro desde la distancia, no hay protesta ni reproche, solo la intuición de las cosas podrían ser más fáciles, más agradables.

lunes, 17 de octubre de 2011

Ouagadougou


Ouagadougou. Una extraña palabra, quién diría que es la capital de un país, y no de un país imaginario, sino de un país real como la vida misma, como la lucha incansable de su gente por sobrevivir. Ese país es Burkina Faso que significa "la patria de los hombres íntegros" en lengua local , y se disputa en las estadísticas de Naciones Unidas los últimos puestos en el ranking de países desarrollados. En otras palabras, es uno de los países más pobres del mundo.

Había estado en África otras veces, en Marruecos, Túnez, Ghana y Senegal, pero lo que me encontré en Ouagadougou, que sus habitantes llaman animosamente Ouaga, no tenía nada que ver con lo que había visto antes. La llegada al aeropuerto fue impactante, un pequeño recinto donde todo el mundo se amontonaba, sin apenas señales y por supuesto ninguna pantalla indicativa. Era un presagio del caos que me iba a acompañar en esos días. Afortunadamente, en medio de ese caos, siempre parece haber una solución para todo. Alguien que conocía mi nombre se acercó a mí y me acompañó a pasar el control de aduanas. Tengo la impresión de que en los días siguientes todo siguió un patrón parecido, el de un breve tumulto del que de repente salía alguien con la solución a mis problemas.

Nos reunimos al día siguiente con CREPA, nuestros socios locales en Burkina, y empezamos a trabajar en el proyecto. Tuvimos muchas reuniones para explicar lo que estamos haciendo y cómo vamos a aplicarlo allí, salieron cosas muy interesantes y fue un verdadero placer trabajar con ellos. Tras las reuniones yo salía a pasear por los alrededores, la gente me miraba con atención y los saludaba. En muchas ocasiones empezábamos a hablar, me preguntaban con curiosidad, y era muy fácil entablar conversación con ellos. Los burkineses son gente cálida, amable, hospitalaria, confiada, la energía que se percibe es diferente. Un día salimos en grupo al mercado, yo me retrasé porque me quedé hablando en uno de los puestos de verduras. Allí había una niña muy pequeña que me miraba atónita, con los ojos abiertos como platos y el rostro con cara de asombro. Varias mujeres alrededor se reían a carcajadas ante la expresión de sorpresa de la pequeña. Decidí acercarme. Mi francés no es muy bueno, pero el lenguaje de la sonrisa es el que mejor funciona en África. Sin entendernos muy bien del todo, empezamos a reírnos. Una de las mujeres, de repente, cogió a la pequeña y me la dio para que la cogiera entre mis brazos. Cuando lo hice, la niña se asustó aún más y todos volvimos a reír. Sentí una especial complicidad entre aquel grupo de mujeres que no conocía de nada y de las que aparentemente debía separme un abismo cultural. Una de ellas me preguntó mi nombre y me dijo “eres una buena persona”, sentí que lo decía de corazón, y algo tan sencillo como aquellas palabras me reconfortaba. Continué mi camino, estaba perdido del grupo principal y no sabía muy bien qué dirección tomar, un hombre que no había visto antes se acercó a mí, me llamó por mi nombre ante mi asombro y me mostró la dirección que debía seguir. Mientras seguía avanzando los vendedores me señalaban desde sus puestos de verduras la dirección correcta con una sonrisa en sus labios que yo respondía amablemente, hasta que conseguí alcanzar a los demás. Una pequeña aventura.

viernes, 7 de octubre de 2011

Instrucciones para John Howell


La primera vez que leí el relato de Julio Cortázar, Instrucciones para John Howell, pensé que no lo había entendido. Lo volví a leer una y otra vez compulsivamente durante varias semanas. Algunas escenas no parecían lógicas y trataba continuamente de encontrar la coherencia que diera sentido a esas partes de la trama. Por algún motivo aquella historia me cautivaba y durante años, cada cierto tiempo, volvía a releerla con fruición.

Leí durante ese tiempo otros relatos del autor, sumergiéndome en ese universo de Cortázar que es tan particular, mi obsesión conectó en cierta forma con su manera también obsesiva de escribir. Rayuela mostraba una historia que era a la vez muchas historias aunque fuesen fundamentalmente dos, aunque en el fondo no fuese más que una sola historia. Horacio y su lucha por encontrar un orden lógico que lo explique todo ("la unidad") contrasta con la naturalidad de La Maga que entiende sin pretenderlo, sin pensarlo sin ni siquiera ser "consciente" de ello. Sólo Horacio es consciente de su lucidez, por eso llega a decir "déjame ver algún día como ven tus ojos". Creo ahora que nunca llegué a entender Instrucciones para John Howell tan bien como lo hice la primera vez, en la que mis ojos leían sin expectativas ni prejuicios, la desazón por no encontrar un hilo conductor lineal me alejaron de la verdadera comprensión al volver a leer el relato buscando atar todos los cabos sueltos. Pero los cabos sueltos estaban sueltos a propósito. No eran sino trampas para hacernos caer, pero trampas que a la vez eran pistas. Si no tropezamos habitualmente es por ese orden lógico con el que filtramos la realidad y que sólo es una ilusión creada por nuestras mentes. Cortázar nos invita a tropezar constantemente mirando la realidad de forma directa, sin el filtro que suponen todos los conocimientos que creemos tener, todas las certezas que pensamos necesarias. Tropezar en la tierra, más que en las nubes, ese es el verdadero reto.