Me dirigía hacia la famosa Casbah de Argel, una colina de intrincadas
callejuelas y estrechas escaleras que fue uno de los bastiones del FLN (Front
de Liberation Nationale) en la guerra de indepencia contra Francia. Los miembros del FLN se sentían seguros al amparo del laberinto de calles y escaleras, allí se reunían y organizaban la insurgencia contra Francia en los años 50. Finalmente, llegó a
ser un espacio totalmente militarizado por los franceses que buscaban a
miembros y simpatizantes del FLN. En el hotel ya me
advirtieron de que no era recomendable visitar la Casbah, los robos y asaltos
eran frecuentes. Pensé que con prudencia y sentido común no debía ocurrirme
nada. Tomé un taxi, y al decirle mi destino al conductor me repitió la
advertencia. Empecé a tomármelo en serio cuando al bajarme del taxi en la Place des Martyrs
y preguntar dónde estaba la
Casbah, un señor mayor me advirtió una vez más del gran
número de agresiones que allí ocurrían. Me acerqué a la parte baja de la
colina, había un mercado, ni un solo turista, comencé a subir por los
callejones y me encontré una estrecha escalera que subía hacia la antigua
ciudadela. No fui capaz de subir.
Regresé días después acompañado de mi amiga Karima. Ella me convenció de que
había una zona segura por la que podíamos pasear con tranquilidad, así que
regresamos al mismo lugar. De nuevo vinieron las advertencias y vi que Karima
también dudaba. Ahmed, un chico al que preguntamos en una tienda se ofreció a
acompañarnos. Nos dijo que él vivía en la Casbah, y que no había problema si él nos
acompañaba, todo el mundo lo conocía allí. Yo no sabía si fiarme, pero de
pronto me vi caminando irreversiblemente hacia la colina y subiendo la
estrecha escalinata, solo quedaba dejarse llevar. Estuvimos una hora
recorriendo callejuelas llenas de basura y cuyas viviendas estaban en estado
ruinoso. Las laberínticas calles que fueron una pesadilla para árabes y bereberes
durante la guerra hoy no son más que un barrio de chabolas donde habita una
población excluida, cuna de miseria y delincuencia.
Ahmed me contaba cómo los franceses patrullaban la Casbah durante
la batalla de Argel. La
brigada de paracaidistas
comandadas por el general Jaques Massu fue responsable de la
tortura
generalizada y la ejecución sumaria de centenares de sospechosos de
colaboración con el FLN que se escondían en la recóndita Casbah. Las descargas
eléctricas en los genitales o el ahogo de los detenidos hasta la extenuación
eran prácticas ampliamente extendidas para sacar información e identificar a
los responsables de los atentados cometidos por el FLN. Massu y otros militares
de alto rango como el general Aussaresses han
reconocido en sus memorias las
toruturas cometidas durante la batalla de Argel. La historia reciente de
Argelia es bastante desconocida a pesar de la cercanía de la que ya hablaba en
una entrada anterior. Mis horas de soledad en el hotel de
Sacré Coeur me
permitieron indagar en las vicisitudes de este pueblo y ver cómo algunos
aspectos del aislamiento en que vive actualmente tienen que ver con un callejón
de difícil salida cuyo detonante fue una guerra despiadada contra los
franceses. Argelia es un vivo ejemplo sobre cómo la violencia puede crecer a
partir del descontento social y desembocar en algo que ya nadie puede controlar
y que limita las posibilidades de un desarrollo democrático y equitativo
durante décadas.
Antes de estallar el conflicto, Argelia era una región más de la República Francesa,
y la minoría de origen europeo, los llamados "pieds noirs" (pies
negros), representaban el 10% de la población. Los pieds noirs sentían Argelia
como su tierra, no en vano era el lugar donde vivieron sus padres y sus
abuelos, pero el equilibrio con los ciudadanos de origen árabe era bastante
desigual. Los pieds noir tenían demasiados privilegios y un absoluto dominio de
los asuntos públicos y privados, mientras que los argelinos árabes y bereberes eran
prácticamente sus sirvientes. Cualquier reclamación por parte de la población
de origen argelino no solo de autonomía sino también de igualdad de derechos
con sus con-ciudadanos de origen europeo era
eficazmente
reprimida. Lo que ocurrió después fue la explosión de un problema que
nadie quiso afrontar. La ausencia de alternativas fue radicalizando cada vez
más las posturas independentistas de los argelinos y los disturbios
iniciales acabaron en una guerra de guerrillas con el estado francés que duró 8
largos y sangrientos años (1954-1962). Los atentados con víctimas civiles por
parte del FLN y la brutal represión francesa se sucedían en una escalada de
violencia que parecía no tener fin. Las torturas del ejército francés salieron
a la luz y conmocionaron a la opinión pública, el problema de Argelia llegó a
ser tan irresoluble que desestabilizó a la IVª República y creó un vacío de poder que
nadie parecía tener el valor de asumir. Se sucedieron
primeros
ministros, algunos solo duraron en su cargo varias
semanas.
En mayo de 1958, los militares franceses tomaron por la
fuerza el poder en Argelia como respuesta a las iniciativas de diálogo con el FLN que
empezaban a surgir en el gobierno de París, fue una especie de golpe de estado regional y tuvo muchos apoyos en la metropoli. Los pieds
noir reclamaron un gobierno central contundente con los independentistas y
presionaron para que el héroe de la II Guerra Mundial, Charles de
Gaulle, volviera a tomar las riendas del país galo. El General de Gaulle,
que andaba retirado escribiendo sus memorias y no se imaginaba el nuevo papel que la historia le reservaba, regresó al poder con la esperanza
de resolver el conflicto. Su postura inicial era la de defender sin fisuras
l'Algerie
française, y así se lo hizo entender a los pieds noir en su primer viaje a
Argel después de su investidura cuando pronunció el famoso "
Je
vous ai copris" (os he entendido) entre gritos y aplausos. Pero
el mandatario francés se vio rápidamente desbordado por una violencia
persistente y el apoyo mayoritario de la población argelina al FLN. Cuando
de Gaulle quiso iniciar conversaciones con sectores más moderados sencillamente
no los encontró, la fuerte represión francesa había acabado con los líderes moderados que optaban por una
salida pacífica encarcelándolos,
asesinándolos o empujándolos finalmente a alinearse con el FLN al no encontrar
otra alternativa. Al verse sin más salida de Gaulle empezó a hablar
con el FLN. Los pieds noirs desaprobaban fervientemente este acercamiento,
consideraban a de Gaulle un traidor. En ese clima de fuerte confrontación entre
las distintas posturas, se organizó la
OAS (Organización Armada Secreta), un grupo terrorista
pro-pieds noirs que abogaba por la continuidad de Argelia como provincia
francesa. El clima de violencia era tal, que la OAS asesinaba sin escrúpulos a ciudadanos
argelinos con el objetivo de que las fuertes represalias del FLN obligaran a de
Gaulle a suspender las negociaciones. La
OAS llegó incluso a planear el asesinato del General de
Gaulle. Pero de Gaulle seguía adelante con su hoja de ruta, propuso un calendario
para la independencia y un referéndum con varias opciones incluyendo también la
del establecimiento de un estado asociado a Francia. Sin embargo, los atentados
de la OAS y el
FLN alcanzaron su cenit, de Gaulle aceleró el proceso, y en 1962 Argelia
consiguió su ansiada independencia tras la estampida de la gran mayoría de
pieds noirs que temían las probables represalias al no tener la protección
del estado francés. En la
Argelia independiente, el FLN se apropió de todos los poderes
del estado y controló todos los aspectos de la vida pública
incluyendo religión, sindicatos o medios de comunicación. Se decía
por entonces que mientras en otros países el estado tenía un
ejército, en Argelia era el ejército el que tenía un estado. Algunos líderes
del FLN, como Ferhat Abbas, criticaron duramente el abuso de poder y abogaron
por una salida democrática tras la independencia, sin embargo los años de
guerra habían dado fuerza a los sectores más rígidos de opinión. Abbas fue
denostado, expulsado del partido e incluso enviado a prisión por su antiguo
compañero de partido, Ben Bella, el primer presidente de Argelia.
Las calles de la Casbah,
en su profundo deterioro, mostraban sin reparo las huellas del conflicto.
Algunos niños se acercaban para que les hiciésemos fotos, Ahmed me animó y tomé
varias instantáneas. Después de más de una hora de visita Ahmed se despidió, me
eché la mano al bolsillo para darle una propina por su valiosa compañía pero me
hizo un gesto de negación y se marchó con un una sonrisa de satisfacción que pensé se debía a la necesidad de contar la historia que sus padres y abuelos
sufrieron en aquellas calles.